Baby Doll vive
Eyyy, qué tal? Después de estos días de recogimiento, pasión y Semana Santa… (si claro…) aquí vuelvo al ataque. ¿Qué habéis hecho estos días? Yo hoy me defino como el lema de este año del festival, algo así como fusión de sensaciones. Y es que estoy contento porque un amigo volverá a vivir a Madrid en unos días, pero otro se va hoy a San Sebastián y le echaré de menos… luego están las idas y venidas a la T4, segundo hogar y uff… el último tango en París que suena y espero que no deje de sonar. Bueno, si habéis entendido algo de todo esto me lo explicáis.
El caso es que, ralladuras aparte, desde el pasado jueves vengo pensando que, a modo de homenaje a Juanito, la próxima canción en aparecer en este diario tenía que ser la de Brazil, una locura que se le ocurrió enviar a Yugoslavia en 1991 y que, como no podía ser de otra forma, acabó en el puesto 21.
La canción y la representación del extinto país ocupará, sin lugar a dudas, un puesto destacado en la historia del frikismo en el certamen. Ya ese nombre indica poco acierto para un festival europeo de la canción, pero bueno… Luego llega el momento en el que aparecen los bailarines, dando saltos, en un rinconcito de la pantalla, y no hablemos del vestuario de Baby Doll, gran nombre!. O bueno, mejor sí, hablemos: ese colorido estrafalario, esas mallas, esa falda, que sirvió de inspiración sin duda a las Probudi me, ese peinado tan típico de Sarajevo...
Y luego claro, está lo que es la canción en sí... que no hay por dónde cogerla. Que alguien me explique por qué los yugoslavos por aquel entonces decidieron mandar esta canción. Bueno, quizá estaban más preocupados en otras cuestiones, políticas, en ese momento, que trajeron peores consecuencias que esta entrada -memorable- en el festival de Eurovisión. Buen lunes, por decir algo.